"En Lima, durnate el invierno, la bruma se te mete en los huesos. Sabes que no importa cuanto te abrigues, atravesará tu ropa y se colará por tus manos, por tu nariz, hasta calarte."
"Llevaba años sin fijarse en las mujers porque todas el parecían hijas o nietas y lo trataban como su enfermera. Antes no despreciaba un buen pedazo de carne si se le ponía a tiro. Últimamente, aún si le metía mano a una chica, ella lo consideraba un síntoma de Parkinson y le sonrreía. Habia perdido hasta la capacidad de recibir cachetadas y generar rubores. Pero en sus paseos al parque iba aprendiendo a encontrar hermosura en las comisuras de los labios vencidas por la edad, en los huesos quebradizos, en las cabelleras que dejaban adivinar el blanco ceniciento por debajo del tinte. Esta mujer era de ese tipo. De las que no se pueden tocar poque se quiebran. Sólo se dejan mirar."
Santiago Roncagliolo.
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