Esta es una carta que me envió un amigo muy especial de donde no pasamos por la distancia y por no corromper algo tan bonito como era lo nuestro... Gracias Toni, hecho de menos tus caricias y cuando me decías que te acordabas de mis labios surfeando las olas...
Y tal vez, mañana al despertar no estaré solo, simplemente el recuerdo duerme conmigo, como un niño pequeño que solo desea alzar sus brazos para abrazar a su madre, mis sueños e ilusiones divagarán hasta el infinito tratando de buscar ese inalcanzable sol que los haga realidad y solo una vez más pensar que mi voz buscará el viento para que mis palabras lleguen a tocar su oído, mientras ella duerme, ella sueña, que la cálida brisa la envuelve en sus brazos y la eleve hasta los dulces ocasos.
Intentaré abrir la puerta del viento y que mis pensamientos sean los suyos, ahora solo escucho en la distancia el cantar de unos pájaros que despiden el otoño y vuelan hacia un lugar mejor, las hojas de los árboles caen a la hierba como mi alma al océano, esperando que que de entre los corales salga su voz, para pensar que pudimos ser uno.
Tras una valla juegan los niños mientras el sol permanece arriba, inerte, fijo, observando cómo el tiempo transcurre, cómo el viento hace bailar las hojas de los árboles, extrañas melodías suenan a lo lejos, el llorar de un río, el saltar de una cascada, y al llegar el atardecer todo se desvanecerá, como el amor de dos personas, para dar paso a un sin fin de sombras, que bailarán entorno a un fuego, mientras la luna permanece arriba, inerte, fija, observando como ella sueña, cómo las olas se deslizan por la orilla. Anoche soñé que estabas conmigo, anoche soñé que el recuerdo dormía conmigo, anoche soñé que al despertar no estaba solo, anoche soñé.
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